domingo, 24 de noviembre de 2013

Salvar la democracia


El viernes a las 8 de la noche nos enteramos, el Pity y yo, de que un atentado contra la democracia iba a ser llevado a cabo. Recién llagábamos al pueblo donde votábamos el domingo siguiente. Nos enteramos casi por casualidad del plan, y algo nos dijo que solo nosotros podíamos detener a los terroristas, solo nosotros.
                El plan era el siguiente: pensaban impregnar  algún tipo de papel con un ácido que tarde cierto tiempo en reaccionar y la reacción podía ser una combustión espontanea o que el mismo ácido desintegre todas las boletas electorales dentro de la urna. El plan perfecto. Uno se ocupaba de la logística y el otro de sintetizar el componente a utilizar. El encargado de la logística era un anarquista conocido por haber participado en diversos atentados contra la propiedad privada. En el cargado de los químicos era lo que ellos llaman “el músculo”. Eso incluía fuerza, intimidación, armas y un poco de locura. Era conocido también por su capacidad de resolver problemas y por descubrir como funcionan todas las cosas. Aun cuando haya que desarmar esa cosa y nunca más vuelva a funcionar. Por eso era la persona indicada para esta tarea.
                Ellos ya tenían su plan. Y era muy probable que funcionara. Nosotros conocíamos su plan, pero no teníamos pensado como detenerlos. Y en la mañana del sábado faltaban solo veinticuatro horas para las elecciones. Veinticuatro horas para que el plan se lleve a cabo. Y solo sabíamos una cosa: que no había forma de detenerlos si ellos se enteraban que nosotros queríamos detenerlos. Los anarquistas son el tipo de persona a los que no se les puede decir “no tiene que hacer eso”, “hay reglas” o “esto no se puede hacer”. Porque lo van a querer hacer aun más que antes. Son obstinados. Nuestro plan no podía involucrar ningún intento de impedir sus acciones directamente. Ni tampoco involucrar a la policía, ni secuestrarlos un par de días ni esas cosas. Lo que necesitábamos era una distracción. Era llevarlos a un estado en el que ellos decidieran no llevar a cabo el plano que no estén en condiciones de llevar a cabo el plan.
                Lo que necesitábamos ahora era una pala, plata, una heladerita de esas de las de camping y un par de cañas de pescar. La idea era la siguiente. Encontrar a los terroristas antes que puedan hacer nada, antes que pongan en marcha su plan. Encontrarlos y entonces invitarlos a pescar al río. Mostrarles las cañas para que vean que no mentimos. Después darles la pala y decirle que vayan al fondo, al patio a cavar en busca de lombrices. Eso los iba a descolocar un poco. Y además nadie puede pensar en otra cosa cuando está buscando lombrices. Nosotros entonces íbamos a intercambiar la plata en un supermercado por cerveza y algo que parezca comida pero solo sea algo como para engañar a la cabeza pero no al estómago. Papas fritas, bizcochos o esas cosas que parece que estas comiendo pero en realidad no lo estás, seguís teniendo el estomago vacío y a la merced de la cerveza. Y además compramos cerveza. ¿Ya lo dije, no? Bueno, compramos más.
                El plan continuaba así. Conseguimos una camioneta. Subimos la heladerita llena de cervezas, las cañas de pescar y vamos a buscar a los terroristas con sus lombrices vivas, frescas y dispuestas a sacrificarse por una causa mayor. Cuando tenemos todo en nuestro poder ya deben ser las once de la  mañana. Faltan menos de 24 horas para las elecciones. Con todo cargado, cervezas, terroristas, lombrices y cañas nos vamos para el rio. Lo importante es elegir un lugar sin demasiada gente, sin árboles que puedan dar sombra y que sea casi imposible sacar un pez del agua. Es decir en cualquier punto de la costa del rio. Es necesario que no tenga árboles porque el sol potencia la potencia de la cerveza. Y como se habrán dado cuenta nuestro plan para impedir el plan de los terroristas es emborracharlos hasta que se den cuenta que ellos no están en condiciones de llevar a cabo su plan. Por supuesto que no es tan fácil. Nosotros no podemos no tomar, porque los terroristas se darían cuenta y volverían a su plan original. De alguna manera nosotros, como las lombrices, debíamos inmolarnos por la causa. Pero bueno, es la democracia.
                Entonces estábamos en la costa, las lombrices encarnadas, las cervezas frías y todo marcha bien. Hay mucho sol, poco pique y bastante sed. La comida cumple a la perfección su papel, engaña a la cabeza pero no al estómago. La conversación es trivial, nada acerca del país, las elecciones, libros  o cosas que los hagan pensar en su plan original. Los terroristas no saben que de a poco están dejando de lado su plan, que sus ideas de revolución están siendo poco a poco ahogadas en cerveza, ya no tan fría y promesas falsas de pescados de rio. Ningún pez decide probar la carnada. Solo los terroristas por ahora. El problema es que la cerveza se está acabando y no sabemos si es suficiente, suficiente como para abandonar un plan en contra del a democracia. Necesitamos hacer algo. Improvisar.  Llamamos por teléfono a un grupo de apoyo. Necesitamos preparar algo, una reunión en algún lado para la noche. Necesitamos organizarnos porque existen leyes que prohíben la venta de alcohol antes de una elección. ¿Qué ironía, no? Que la democracia prohíba lo único que puede salvarla. Pero somos organizados y ya tenemos todo planeado. Llamamos para que compren vino. Y que preparen algo de comer, unos fideos o algo así. Sabemos que la mezcla de la cerveza que los terroristas tomaron durante el día y el vino de la noche los va a inutilizar para el día siguiente. A nosotros también, por supuesto… pero ¿vos no lo harías por salvar la democracia?
                Los terroristas y nosotros estamos desilusionados. Demasiados peces, ni un pescado. Le proponemos un plan, para levantar el ánimo, ya que no hay cerveza. Vamos a comer algo. Los terroristas piensan. Creo que alguno está pensando en el atentado. En como sintetizar el compuesto. Como hacer que ingrese a las urnas para convertir a las boletas en papel picado. Pero no les dejamos pensar mucho. Hay algo para tomar, hay algo para comer. Vamos.  Vamos dicen los terroristas. Ya los tenemos.
                En la casa hay más gente, hay comida, bebida y música.  Se supone que las reuniones están prohibidas en vísperas de las elecciones. Ya son las once de la noche y faltan solo horas para que se abran las mesas de votación. Esta reunión no es una reunión. Es la culminación de un plan perfecto para salvar la democracia. Los terroristas ya casi no entienden nada. Estamos cerca de ganar, pero por las dudas…un vaso más. O dos. O tres. Y después nada está muy claro. En algún momento de la noche vino la policía, pero no era por nosotros ni por los terroristas. Después hubo una pelea en la calle.  Después nadie sabe bien que, todo es confuso para nosotros y para los terroristas. Un vaso más. Y después nada.
                Al otro día las elecciones se llevan a cabo con normalidad. Se reportan algunos intentos de fraude, pero esas cosas son normales en la democracia. En dos mesas se escrutan junto a cientos de votos dos papeles escritos con una caligrafía temblorosa. “Ya es hora de actuar por nuestra cuenta, ya está bien de decir que esto es mierda y no hacer nada por cambiarlo, resistencia anti estatal, bajo la mesa, la revolución” . Salgo a caminar un rato y lo veo al Pity tomando una gaseosa, me acuerdo todavía rige la veda, y me siento.
-¿Te acordás lo que te dije en el auto? Lo de hacer algún tipo de compuesto que una vez dentro de la urna desintegre las boletas.

- Si, me acuerdo. Decí que no tuvimos tiempo, que si no… Tal vez la próxima elección.

domingo, 20 de octubre de 2013

Leia


Había gastado todos sus ahorros en este viaje y solo iba a moverse en unos cuantos metros a la redonda. Claro que lo que era caro no era la distancia, si no el tiempo. Por eso Leia había gastado todos sus ahorros. Necesitaba cambiar algo que no era posible cambiar, por lo menos directamente. Ella sabia las reglas. Nada de hablar, dejar mensajes o avisar sobre cualquier dato futuro. Por eso pensaba “influir delicadamente”. Eso se repetía mientras apretaba contra el pecho la pequeña chapa con su nombre escrito.
La fecha exacta la sabía. Era el 19 de Octubre, un día antes de la celebración del día de la madre. La había sacado de un registro de un amigo de su padre. Ese día habían ido a filmar un trabajo práctico para la facultad de cine. Este amigo tenía un registro detallado de todos los días de filmación. En realidad él no, pero sus fanáticos eran un poco obsesivos y otro poco meticulosos con respecto a su vida y su obra. Por eso sabia la fecha.  De alguna manera las películas siempre estuvieron presentes en su vida. Su nombre, o el que todavía era su nombre era una prueba de ello. Se fijó en su TUIP*y el nombre era el mismo y la foto era la misma: ella con un par de años menos y dos rodetes a los costados que a esta altura ya no le parecían ridículos. No sabía que en el futuro los iba a extrañar.
El plan era simple, pasar por una esquina por donde su padre o futuro padre iba a pasar unos segundos después, dejar la chapa con su nombre en el piso y seguir caminando. Su padre entonces, pasaría por ahí y levantaría la chapa. ¿Porqué estaba segura que su padre levantaría la chapa con forma de hueso con su nombre? Porque su padre, desde que ella tiene memoria, camina mirando para todos lados, pero con especial atención al piso. Quizás es un acto reflejo por haber nacido en Bariloche, donde las veredas empinadas te obligan a estar atento, quizás sea otra cosa. Pero era seguro que la iba a encontrar. Y la iba a guardar porque estaba su nombre en ella. “mi nombre”, pensó Leia “por ahora”. Entonces llevaría esa chapita a su casa, se la mostraría a su mujer, mi madre o mi futura madre para ser más precisos. Y entonces decidiría ponerle ese nombre, mi nombre  o mi futuro nombre a un perro. O una perra para ser más precisos. Y entonces deberán ponerse a pensar un nombre, otro nombre, para mí. El plan perfecto.
El viaje fue sin complicaciones, llegue temprano a la esquina. Raspé un poco la chapa contra el asfalto de la calle, no quería que se note que era nueva, pero quería que el nombre quede legible. Faltaba poco para la hora señalada, y hacía mucho calor. A lo lejos los vi. Eran tres. “El de la derecha es mi padre” pensé. Y era. Dejé la chapa en la esquina. Y me fui. . Los vi pasar, lo vi a mi padre levantar la chapa, mostrársela a su amigo y guardarla en el bolsillo izquierdo de su pantalón. Me hubiese encantado quedarme pero no podía. Había reglas. Y Ya tenía bastantes problemas como para agregar uno más. Además no tenía mucho tiempo.  Pasé por un quiosco a comprar dos alfajores, los pague con un billete que encontré adentro de un libro de mi padre. Me dieron vuelto y todo. “Ya no los hacen así” dije pero el quiosquero creo que no entendió. Pero es la verdad. Entré en la agencia de viajes y me acomodé.  Me senté, apreté fuerte mi TUIP en una mano y la bolsa con los alfajores en la otra.  Escuché un zumbido  que me hizo ver las estrellas y volví. Salí de la agencia y caminé hasta la plaza subterránea más cerca, me senté en uno de los bancos, abrí un alfajor, le di un mordisco y miré la foto en mi TUIP. El pelo largo, sedoso, logrado por algún shampoo mágico o el Photoshop estándar. Y al lado mi nuevo nombre, que no era nuevo, porque yo siempre me llamé así.




*Tarjeta Única de Identificación Personal

lunes, 19 de agosto de 2013

Nada se pierde

Los impulsos eléctricos
en mi cabeza
se transforman en palabras
en mi boca
pasan a ser un texto
en mis manos
ceros y unos
en mi teléfono celular
viajando
en el espacio
kilómetros y kilómetros
hasta tu casa
transformandose
en lágrimas en tus mejillas
y en impulsos eléctricos
en tu cabeza

domingo, 16 de junio de 2013

sábado, 11 de mayo de 2013

Noches Bravas



Noches Bravas
tomamos Vodka Wonka
escuchando
mirando videos de
Nino Bravo
y después cervezas
Y Noelia Noelia
Noelia
era Noelia
o los filtros del alcohol
funcionan
una vez más
a la perfección
y tengo que recordar
antes de desmayarme
decirle mañana a...

lunes, 22 de abril de 2013

Parabellum del buen automovilista




A la ruta nacional número 9 se la conoce como “la nueve”. Todos saben de qué estás hablando cuando decís “la nueve”. “Se hizo mierda un colectivo en la nueve”. Se entiende. Por lo menos lo entienden todos los que viven en algún pueblo al costado de la ruta 9.
La Ruta Nacional 9, la Panamericana, Ruta 9 o simplemente “la nueve” es una ruta argentina que une la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con la frontera boliviana. En su recorrido pasa por las provincias de Buenos Aires, Santa Fe,Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy, pasando por las ciudades capitales de las últimas cinco provincias. Esta ruta une las tres ciudades con mayor cantidad de habitantes del país: Buenos Aires, Córdoba y Rosario.En teoría es un ramal de la Carretera Panamericana, al punto que en el tramo que corresponde al Gran Buenos Aires es más conocida por el apodo de la Panamericana que por su denominación oficial. La panamericana empieza en la Avenida General Paz y finaliza en el puente internacional Horacio Guzmán sobre el río La Quiaca, en la provincia de Jujuy. Su recorrido total es de 1967 km y se encuentra totalmente pavimentada. Su continuación en territorio boliviano es conoce como ruta 14. No se si allá le dicen “la catorce”, pero es probable.
La pistola calibre 9 mm es conocida normalmente como “la nueve” lo dice una conocida canción punk de 2 Minutos (“Carlos se dejó crecer el bigote / y tiene una nueve para el”. Ya no sos igual) y lo dice cualquiera en la calle. En realidad 9 mm es el calibre también llamado 9 mm Luger, es un cartucho para pistolas, subfusiles y carabinas diseñado por Georg Lugery que es utilizado desde  1902. Fue utilizado por las fuerzas armadas alemanas en la Primera Guerra Mundial y en la Segunda Guerra Mundial con las pistolas Luger P08 y Walther P38 y el subfusil MP40. La publicidad de estas dos guerras lo convirtieron en uno de los cartuchos más utilizados en Occidente, ya sea por fuerzas de seguridad, ladrones, policías, James Bond, Narcotraficantes y demás fanáticos de la autodefensa. La versión 9 × 19 mm Parabellum recibe su nombre de la famosa máxima latina "Si vis pacem, para bellum" ("Si quieres la paz, prepárate para la guerra").

Una de las más famosas pistolas 9mm es la Beretta M9, conocida comúnmente como “M9”,  utilizada por las fuerzas armadas norteamericanas desde 1985 y utilizada con éxito (la mayoría de las veces) en los conflictos armados de la invasión a Panamá, la guerra  del Golfo Pérsico, la guerra en Yugoslavia, la guerra en Irak y la guerra en Afghanistan. Un curriculum Vitae impresionante.

La M30 es una autopista de la ciudad de Madrid, su recorrido circunda los distritos más céntricos de la ciudad. Tiene una longitud de 32,5 km con un radio medio de 5,17 km con respecto a la Puerta del Sol y una intensidad de circulación media superior a los 100.000 vehículos diarios.

Se la  conoce también como el tercer cinturón, siendo el primero "Los bulevares", de Moncloa a Colón y el segundo "las Rondas" de Madrid (Eje Ronda de Segovia - Puerta de Toledo - Ronda de Toledo - Glorieta de Embajadores - Ronda de Valencia - Ronda de Atocha - Glorieta de Carlos V - Paseo de la Infanta Isabel - Paseo de la Reina Cristina - Plaza de Mariano de Cavia - Avenida del Mediterráneo - Glorieta del Conde de Casal - Doctor Esquerdo - Plaza de Manuel Becerra - Calle de Francisco Silvela - Calle de Joaquín Costa - Calle de Raimundo Fernández Villaverde - Glorieta de Cuatro Caminos - Avenida de la Reina Victoria - Glorieta del Presidente García Moreno - Avenida del Valle - Moncloa). La M-40 y M-50 serían el cuarto y quinto cinturón, respectivamente. Por último, existe otra vía intermedia, de competencia regional, llamada M-45.
La 45 es como comúnmente se llama a la pistola de 45 mm también llamada .45 Auto o 11,43 × 23 mm, es un cartucho desarrollado por J. M. Browning en 1905 para la pistola M1911. Adoptado oficialmente en 1911 por el Ejército de los Estados Unidos, estuvo en servicio hasta 1985, fecha en la que fueron sustituidos por el calibre 9 mm es el usado en toda la OTAN; tiene un retroceso más suave, por tanto resulta más manejable y necesita menos entrenamiento; sin que el tamaño de la empuñadura sea excesivo, una 9 mm moderna puede cargar 15 balas frente a las 7 del .45 clásico;el 9 mm perfora mejor que el .45; y la munición resulta más barata, y al ser más ligera y pequeña, ofrece ventajas logísticas. Sin embargo, muchos militares estadounidenses siguen prefiriendo la contundencia del .45.

¿Qué es lo que tienen en común la Ruta 9, la nueve milímetros, la M-30 y la 45 mm? Todas son perfectas y aceitadas máquinas de matar. Y todo el mundo lo sabe y a nadie parece importarle.
Ah...y nadie sabe como usarlas.


Fragmento del libro inconcluso (por ahora) "La 9" de Matias Frey

lunes, 25 de marzo de 2013

Gente que no

El mundo está lleno de
Punkys de postal
con huevos de codorniz
que piensan que con esa cara
pueden cargar a alguien,
pobrecitos.
Mosquitas muertas,
que se creen muy vivas
y estarían mucho mejor
estacionando autos.
Negras que morirán,
siendo negras.
Gordas con problemas
de autoestima
que lloran si alguien
no quiere ser su amigo
y que tiene su séquito de tibios
que leen Clarín
mientras miran 678
comiendo su mierda
con una linda cuchara

Pero


           Pero



                          Pero

No hay nadie como tu,
mi amor.

lunes, 4 de febrero de 2013

Hincha del fútbol



La mayoría de las personas a las que les gusta el futbol lo ven desde una perspectiva y solo una: el club del que son hinchas. Así visto desde esa perspectiva todo lo demás se deforma. Para un hincha de River, Riquelme es leeeeeeento. Para un hincha de Boca Ortega no es nada más que una persona con problemas con el alcohol. Para un hincha de Newells, Rosario Central no existe. Y viceversa. Yo tengo un problema. O una solución. Soy hincha de muchos equipos, por eso puedo elegir donde pararme para ver a los demás equipos, lo que me permite hacer algo que muchos no hacen cuando ven un partido de fútbol: disfrutar.
Soy hincha de Boca, ante todo. La razón son algunos parientes que me llevaron para ese lado, supongo. O tal vez para llevarle la contra a mi padre que le gusta más el automovilismo, pero es de River. Por eso también soy un poco de River. Y de Ferro, porque era el equipo de mi abuelo José. Y de Platense, el equipo del que es hincha (además de ser ahora hincha de Messi) mi abuela Heidi.
Pero mis gustos futbolísticos no están limitados por la transitividad parental. Tengo simpatías con los equipos más diversos por las razones más insólitas. Soy hincha de Wigan de Inglaterra  (y no desde ahora que está en la Premier League) desde el ´90 cuando compre la camisetas por unos 30 pesos y todavía era un equipo de segunda. También del Wolverhampton, por la misma razón (eran los noventa, el dólar 1 a 1 con el peso). La camiseta me costó 19 pesos. O dólares.
Mis gustos musicales también tienen que ver con algunas simpatías futbolísticas. ¿Cómo no ser hincha del Fortuna Dusseldorf Alemán después de ir a ver un show de los Die Toten Hosen? Imposible. Además de escuchar “You never walk alone” en el recital y después en la cancha del Liverpool. Entonces, hincha del Liverpool también.  Y si Evaristo dice en el disco en vivo “aupa el Celta” debe tener razón. Entonces soy también hincha del Celta de Vigo. Y después de verlo a Fito Cabrales con la camiseta del Athletic Bilbao… otro equipo más en la lista.
También soy hincha del St. Pauli, no solo por que entran a la cancha con Hells Bells de AC DC, sino también por sus ideales anarquistas, comunistas y socialistas. Además de ser un club antifascista y símbolo de la cultura punk. Por eso también soy hincha del Livorno italiano, histórico equipo de la izquierda, con Cristiano Lucarelli con su camiseta 99 como emblema, festejando un gol con una camiseta del Che Guevara.  (Por eso también no soy hincha del Lazio, por sus banderas y por ese festejo de Di Canio).
También la lectura me llevó a ser hincha de algunos equipos. Como no ser hincha del Arsenal después de lo que me costó encontrar el libro “Fiebre en las gradas” de Hornby. Un excelente análisis racional de la irracionalidad del hincha. O como no simpatizar con el Hibernian Escocés, después de leer alguno de los libros de Welsh. O ser un poco de Rosario Central con los cuentos de Fontanarrosa.
Disfrutar de todas estas películas, libros, canciones, anécdotas e historias  me hizo posible disfrutar mejor del fútbol. Por eso “¡Aupa el Celta!” y todos los demás.
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