"Escribo como boxeo. No Boxeo"
miércoles, 15 de octubre de 2014
domingo, 20 de julio de 2014
Como un sol
La amistad es
como el sol, aun cuando un amigo está lejos podemos sentir su influencia. No
estoy hablando de 149.600.000 kilómetros, pero tal vez la distancia entre
Buenos Aires y Colombia. O de Buenos Aires y el pueblo de Las Heras en Santa Cruz.
O tal vez solo los 150 kilómetros que separan la capital de Baradero. Es como
el sol porque es lo que a veces nos hace levantarnos. O lo que hace que un mal día
se un mejor día. O un buen día sea un día aun mejor.
Tengo un amigo
que es como el Sol, está siempre aunque no lo veamos.
Tengo un amigo
que es como el Sol, siempre da vueltas y nunca llega a ningún lado.
Tengo un amigo
que es como el Sol, le gusta estar siempre cerca de las nubes.
Tengo un amigo
que es como el Sol, sale todos los días.
Tengo un amigo
que es como el Sol, no se sabe que hace a la noche.
Tengo un amigo
que es como el Sol, pero se cree que es una estrella.
Tengo amigas que son como el Sol, esperan que pase
el invierno para irse de vacaciones a la playa.
Tengo una amiga
que es como el Sol, brilla con luz propia entre tanta oscuridad.
Tengo un amigo
que es como el Sol, hace crecer lo que es importante.
Tengo un amigo
que es como el Sol, todo gira en torno a él.
Tengo un amigo
que es como el Sol, hace de este planeta un lugar mejor.
Mis amigos son
como el Sol, con todo lo bueno que implica. Pero mis amigos también son el hijo
de puta que entra por la ventana un domingo a la mañana para despertarte y vos
tenés resaca y no querés levantarte. Pero igual no les importa nada, te
despiertan. Como un Sol.
miércoles, 25 de junio de 2014
El Corsario Anfibio
El primer libro que leí, me lo leyeron. Nos lo leyó mi padre, a mis
hermanos y a mí, durante varias noches,
capítulo por capítulo. Casi como un folletín. El libro en cuestión era “el
Corsario Negro” de Emilio Salgari, un salto cualitativo y cuantitativo
importante si consideramos las lecturas iniciales de cualquier niño, en nuestro
caso los cuentos de El pajarito remendado o alguno de María Elena Walsh. El
Corsario Negro tenía párrafos interminables de descripciones de vegetaciones ecuatoriales
increíbles por las que los personajes atravesaban lentamente. La edición era de la vieja colección Robin
Hood de mi madre, o de mis tíos. No tenía tapa y las hojas eran amarillentas. De todos los de la misma colección y de la
colección Kapelusz, era el que peor se
encontraba. Y no sé de quién fue la idea de leer justamente el Corsario Negro,
pero de alguna manera estaba escrito.
En esa época, la década del ´90, vivíamos en el campo a casi 200 kilómetros
de la capital y a 1000 metros del poste más cercano de electricidad. Para mí El
Corsario Negro va a tener siempre un poco de olor al kerosén quemándose en el
farol. Con esa luz y con su barba
negra, mi padre leía todas las noches un
fragmento de las aventuras del señor de Ventimiglia y sus fieles marinos. Mientras me dormía escuchando esas historias soñaba con que quería ser pirata. Lo
más cerca que estuve de tener un barco fue cuando me regalaron uno de juguete.
Mi Padre nos seguía leyendo por las noches las historias de barcos que
dejaban una estela blanca en los mares y de día estaba arriba del tractor,
haciendo surcos, seguido por bandadas de pájaros que buscaban alimento en la
tierra revuelta. Las borrascosas aguas
del neoliberalismo menemista no eran el
mejor lugar para dedicarse a la producción agrícola mientras la paridad
ficticia con el dólar permitía el “deme dos”
de algunos en Miami, tan cerca del Mar Caribe de Salgari. Pero eso era
lo que había y era suficiente.
No vivíamos mal, pero tampoco
sobraba mucho. Por eso la idea de encontrar un tesoro, anhelo de todo pirata,
estaba siempre presente. A mis oídos llegaron rumores sobre un alambrador que
haciendo los pozos para colocar los postes había encontrado un tesoro, varias
monedas de oro que me ilusionaron con que algo así, algo como lo que pasaba en
los libros, podía pasarme a mí.
No me acuerdo si alguna vez mi padre terminó de leernos El Corsario Negro,
para mi siguen todavía atravesando la selva de los primeros capítulos, pero ese
fue el primer libro, libro en serio, del que tengo recuerdo. Después de ese
vinieron muchos libros más, mudanzas, mi padre abandonó el tractor, cambio su
barba negra por una gris, el país tuvo siete presidentes en una semana, me fui a estudiar a capital, dejé de querer
ser un pirata y miles de cosas más que pasaron en el medio. Ahora mi padre y yo
seguimos leyendo, pero por separado. Pero creo que siempre nos va a unir esa
lectura de El Corsario Negro.
domingo, 23 de marzo de 2014
Apuntes para el Manifiesto de Ranchapart Inc.
- En Ranchapart estamos
convencidos que un hombre sólo no puede hacer nada.
- Es más probable
que triunfe una buena idea mal ejecutada que una mala idea bien ejecutada.
-Karl Krause
decía que ser periodista era no tener una idea y saber expresarla. Lo que
intentamos hacer es tener una idea, en lo posible buena, y expresarla de la
manera más fiel posible. Fiel no significa ni correcta, ni perfecta, ni
prolija, ni profesional.
-No pretendemos
cambiar el mundo. Pretendemos cambiar el mundo particular de todos los
habitantes del planeta.
- Hay dos tipos
de ideas. Las más comunes remiten a otra cosa casi directamente. Sus fuentes,
intertextos o inspiraciones son evidentes, palpables, explicitas. Son las ideas
que son difíciles de encontrar en Google. Las segundas ideas son originales, no
remiten a nada ni a nadie. Son
creaciones en el sentido que le da Castoriadis, creación de significaciones
nuevas. Son las que cuando buscas en Google aparece primero lo que vos hiciste
porque nadie lo hizo antes.
- Lo que nos hace
avanzar no son las distintas zanahorias que nos ponen delante si no los
cuchillos que tenemos clavados en la espalda.
- Se aprende
mucho más de la gente que no quiere enseñarnos nada.
- La curiosidad
mata al gato, embaraza a la mujer y es muy productiva para crear nuevas ideas.
No se puede avanzar sin la curiosidad de saber qué es lo que viene. Es como lo
que dice Galeano sobre la utopía “La utopía está en el horizonte. Camino dos
pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. No es una
mala forma de encarar la vida.
- Dicen que el
cerebro reacciona diferente ante la ingesta de cerveza y café. La cerveza
estimula la creatividad y es buena para la generación de nuevas ideas. El café
es lo que permite llevar a cabo esas ideas de forma eficiente. Lamentablemente
solemos tomar más cerveza que café, por lo que las ideas por lo general quedan
inconclusas o a medio hacer. No siempre. Tal vez conozcamos más gente que tome
café y el equilibrio se restablezca.
- Un grupo de
científicos israelíes de la Universidad de Tel Aviv reveló que la cerveza es
menos dañina que el café para salud. Según comentaron, la primera bebida puede
reducir la expectativa de vida mientras que la segunda alargarla.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)