miércoles, 28 de septiembre de 2011

Zamba




Con mis pantalones de Chicago,
no le temo a nada,
no le temo a nada, señor.

Con mis pantalones de Chicago,
no le temo a nada,
no le temo a nada, señor.
 
y eso que yo no soy de  Chicago, 
no le temo a nada, no le temo a nada, señor..

domingo, 25 de septiembre de 2011

Tesoros


Cuando era chico me llamaban mucho la atención los termos. Vivíamos en el campo y la ruta era el primer vestigio de civilización, quizás por eso me producía cierta fascinación. Además la ruta era la posibilidad de encontrar algo, de que algo suceda. Y además éramos pobres. No pobres de los que salen en las películas, ni los pobres que necesitan ayuda. Éramos circunstancialmente pobres y por eso fuimos buscando lo que la gente tiraba, cuando todos tenían cosas para tirar porque al país le iba bien. A nosotros no. Por eso nuestra casa se construyó con puertas, maderas y ventanas de otras casas que ya no las necesitaban. Por eso buscábamos cosas tiradas en la ruta. Nunca encontramos nada demasiado interesante, pero buscábamos.
Lo único que encontramos que valga la pena fue unas frazadas en su embalaje que se le deben haber caído a algún camión. Eran abrigadas y las usamos. Todavía las uso. Eso fue bueno. El resto era basura y por lo general seguía siendo basura, pero nuestra basura. En el campo de enfrente había una casa derrumbada. En realidad no había una casa, sólo un sótano lleno de escombros. Ahí buscábamos cosas interesantes. Debo decir que no había. Lo mejor que encontramos fue una botella de Hesperidina entera. Las otras estaban todas rotas. Al dueño de la casa parece que le gustaba mucho la Hesperidina.
Otro de los lugares donde buscábamos cosas era en el medio de uno de los lotes del campo. En algún momento hubo una casa, por lo que se encontraban restos de loza, fierros viejos y, cuando el tractor pasaba con el arado, se veían los cimientos. Y nada más. Pero había una leyenda en el campo, al parecer alguien había encontrado un cofre de monedas antiguas y las había vendido llenándose de plata. Una vez más llegábamos tarde.
El único tesoro que alguna vez encontré fue una piedra perfectamente circular que había sido alguna vez parte de unas boleadoras. No se dé que época,  ni a quien se le perdió. Pero era algo original, único, valioso y que no servía para nada.
No cuento la vez que el tesoro que encontramos fue un par de huevos de tero que robamos a un nido descuidado. No sé si saben que los Teros tienen una tendencia a proteger a sus nidos con sus característicos gritos y con sus no tan características espuelas que tienen en sus alas. Por lo que es mejor irse cuando están defendiendo su nido. Pero no estaban y nos llevamos los huevos. El problema fue cuando nos dijeron que teníamos que devolverlos al nido. Ahí si estaban los Teros, no muy contentos.
Pero habíamos quedado en que me llamaban la atención los termos. En la ruta se veían muchos termos, en la cuneta, tirados al lado de unos árboles, entre las botellas puestas al lado de alguna virgen o santo, en todos lados. El mate es un compañero para los miles de camioneros, choferes, paisanos, peones que circulan por la ruta. Y en esa época eran todos los termos de plástico con el interior de vidrio. A mí me llamaba la atención porque parecían enteros, no entendía como se podía tirar algo que para mi estaba en perfectas condiciones. Claro que yo no sabía lo del interior de vidrio frágil, ni que todos los termos en la ruta estaban rotos, inservibles. Tan enteros por fuera y adentro solo un puñado de vidrios que nunca más se van a poder juntar.

Ahora que soy grande a veces escribo algo, ya no me atraen los termos ni que tienen adentro. Ahora me llaman mucho la atención las personas.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Viajes (1)

En Bolivia fuimos a la zona que los del hotel nos dijeron que no debíamos transitar. Rodeados de demonios locales. Entramos a un bar, que era un sótano. Casi somos secuestrados y asesinados por la temible mafia Boliviana, conocida como "La Colla Nostra". Un taxista nos salvó la vida. Nuestras vidas en ese momento valían 9 pesos bolivianos.
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