lunes, 1 de octubre de 2007

Palermo es al fútbol lo que los Ramones a la música.

El fútbol, como la música, tiene un encanto especial que lo diferencia de otras artes. Es una especie de magia que sentimos al observar una definición exquisita de Thierry Henry, o al escuchar un punteo de Hendrix, admirar una gambeta de Messi o percibir la voz de Bon Scott. Pero si la música y el fútbol se nutrieran solamente de esos instantes mágicos, desaparecerían sin remedio. Si para jugar al fútbol tenés que poseer la habilidad de Messi, nadie, ni una sola persona en el mundo osaría patear una pelota, ni siquiera un bollo de papel. Y si para ser músico se debe tener el talento de un Hendrix (o un humilde Mollo) para tocar la guitarra, Fender no tendría una fábrica, sería un artesano olvidado que construye dos guitarras por año, ya que nadie, repito: nadie, pensaría siquiera en comprar una guitarra (y mucho menos para zurdos).

Pero ni en el fútbol ni en la música existe sólo eso. Hay lugar para los virtuosos, pero también existe una especie de lado oscuro, gemelo malvado o algo así que permite que exista una luz de esperanza para los que le sobran ganas y le falta habilidad, talento o un largo etcétera. Ver a Martin Palermo en la Bombonera intentando dominar una pelota que parece tener vida propia y que irremediablemente se escapa, es una escena que sirve de inspiración a miles de personas. Y esas miles de personas no aspiran a ser goleadores del fútbol argentino, ni siquiera a jugar en la Bombonera y mucho menos que todo un estadio coree su nombre. Quizás solo quieren animarse a jugar un picado en una plaza, la final del campeonato del barrio o un fútbol 5 con amigos por un asado. Y cuando esa pelota se va al lateral, esas miles de personas piensan al unísono: Si, se puede. Y Martín Palermo es la prueba de que se puede.

En la música también hay ejemplos. Si Bono no hubiese visto a los Ramones esa noche, hoy sería un sucio hippie ecologista irlandés, quizás nunca se le hubiese ocurrido usar anteojos en toda su vida. Pero los vio, los escucho y algo cambió dentro suyo. Se dio cuenta de algo que todo el que ve a los Ramones en vivo puede llegar a pensar. Yo también puedo hacer eso. Es fácil. Cuatro personas, cuatro amplificadores, cuatro instrumentos, cuatro acordes. Simple. One, two, Three, Four... Y eso fue el comienzo. Hasta llegar a uno, dos, tres, catorce....

A todos nos gusta ver algo bien hecho, tanto en el fútbol como en la música, ese virtuosismo que tienen solo algunas personas y que por eso son dignas de admiración. Y cuando alguien demuestra una total falta de sentido musical o nula habilidad con la pelota, nos preguntamos: ¿Que carajo hace este tipo ahí? Y la respuesta es esta: El está para que miles de personas en todo el mundo se levanten cada mañana a ensuciarse la ropa en un potrero o a transpirar en una sala de ensayo. Para que el día de mañana alguna de esas miles de personas, las que logren llegar, puedan deleitarnos con sus habilidades, en una cancha o en un escenario. O simplemente inspirar a otros recordándoles que si se puede.

1 comentario:

Unknown dijo...

se puede,
como con angeloz.

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