jueves, 11 de noviembre de 2010

Memorias de linyera

Estaba sentado abajo de un árbol en la placita de la estación de tren de Belgrano "R" tratando de concentrarme en la lectura y escribiendo y dibujando en los màrgenes del libro cuando decidí ir a comprar algo barato para comer así que fuí hacia el mercadito chino que había en la calle Echeverría pasando por la puerta de la plaza (ahora las plazas tienen puertas) que da a la esquina de Zapiola y Echeverría cuando veo a una vieja que va caminando y se tropieza con una rama que sobresale de una de las bolsas de basura que están en la vereda esperando el camión y comienza una marcha apurada, torpe y veloz hacia el medio de la calle, hacia el piso, hacia el infierno, sin poder hacer nada, sin saber qué fuerza la empuja, qué clase de cosa la incentivó a esa carrera demencial que va a terminar en el rotundo golpe de su boca contra el pavimento seguida de su viejo cuerpo que por fin encontró dónde caer, en el medio de la calle. Veo todo esto sin atinar a nada y si hubiera reaccionado y hubiera corrido detrás de la viejita cuando ví que el pie iba derecho a la rama, hubiera podido evitar el golpe, pero no lo hice y cuando llegué al lado todavía estaba con la cara en el piso y esperaba ver correr la sangre sobre el pavimento pensando que no sería capaz de ayudarla a causa de la impresión, el golpe había sido fuerte pero no había sangre. La vieja era de goma. Me quedé al lado de ella para que un auto no la pase por arriba y le pregunté si estaba bien, que no se levante todavía hasta estar seguros de que no tiene nada roto. Ella me dijo que no me vaya todavía y la tranquilicé diciendole que no se preocupe y que cuando esté lista la ayudaba a levantarse y si no, llamábamos a una ambulancia pero que se quede ahí dónde estaba y esas cosas que se dicen cuando no sabés qué mierda hacer ni decir. Al instante llegan varias personas, y a una chica que con buena voluntad vino a preguntarle si necesitaba algo, los hombres en seguida le dijeron que no, que vaya nomás, hasta uno que vino con un vaso de agua! eso me dió bastante risa. Otro muy resuelto empezó a dar indicaciones y enseguida comenzó a ayudar a levantarse a la vieja entre quejidos y aunque yo no estaba nada seguro de que eso sea lo mejor... siempre hay alguien en estas ocasiones que sabe qué hacer, siempre hay algún tipo que decide por los demás, siempre, claro está, que no sea su propio culo el que está en juego así que Flip... arriba la vieja. Le miré la boca y nuevamente me sorprendió la ausencia total de sangre. "Soy una vieja de huesos duros" me dijo, gracias. Le levanté las cosas que todavía estaban en la calle: un ramito de flores, una bolsa de cartón con papeles adentro y una cosa fría y rectangular como un libro envuelto prolijamente en papel de diario... ¿Qué sería?¿Comida?¿Alguna muestra médica en una caja refrigerada? No tengo idea y no me atreví a preguntar. Me dijo que iba para la casa del hijo y que ahora se iba a tomar un taxi... "¿Te puedo dar un beso para agradecerte? ( Le miré de nuevo la boca. No tenía sangre) No puedo darte más nada... Sí, sí, por supuesto. Me lo dió y las gracioas nuevamente así que fué sola a tomarse el taxi.
Empecé a caminar por Echeverría hacia el lado de Cabildo y doble hacia la izquierda y me acordé de la comida y de la bici que me había olvidado atada a la reja de la plaza. Volví.

3 comentarios:

Negro dijo...

Deberías escribir estas memorias a diario. Sí, y podrías publicar tres por semana.
Vos, sentandote en diferentes plazas para escribir tu observación de las cosas y nosotros, sentados frente a la pc leyendo sobre lo que pasa afuera.
Dale, copate.

sara otoño dijo...

me copó. lo leí, y de vez en cuando, podía establecer alguna que otra relación con otra vieja que vi caer desde las escaleras del edificio donde vivo. Pero esta vieja, fue mucho más gomosa. No se que pasa con las viejas. ya no se mueren.

messiel' dijo...

El zorro no tiene las mañas por zorro, sino por viejo.

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