miércoles, 4 de junio de 2008

Una verdad oculta

Hace unos días leí una frase que decía lo siguiente: “La inspiración existe, pero te tiene que encontrar trabajando.” Y la verdad que me pareció una muy buena frase. De hecho algunas veces sigo pensando que lo es. Aunque lo importante no era eso, sino que me recordó a otra frase dicha por el alemán, que es entre otras cosas mi amigo y compañero de blog; que decía más o menos así: “Vos escribí, no importa qué, sólo escribí. Porque a escribir se aprende escribiendo.” Ésta, a diferencia de la anterior frase, me pareció absurda y poco alentadora. Pero había algo que me inquietaba de ella y no lograba descubrir que era. Por lo menos hasta hoy.
Podía sentir una vibración oculta detrás de aquella frase sin lograr descifrarla. Quizás sólo era que, por una vez en la vida, había escuchado al alemán. Este tipo delirante que habla todo el tiempo disparando incoherencias, como si estaría diciendo normalidades sin mayores trascendencias. Porque él se encuentra en la clase de gente con carácter peligrosa. Pero peligrosa de escuchar. Cuando estás a su lado, tenés que aparentar que estás entendiendo lo que dice, pero en realidad no lo haces. Es decir, escuchar pero no oír. Decir siempre que si, pero a veces que no. Por las dudas y sobre todo si sos mujer.
Pasaron semanas, meses y años intentando escribir. Pero aquella frase volvía a mi cerebro diciéndome: -¡Dale Negro! seguí intentando aunque no salga ni mierda de lo que estás haciendo.-
Intenté escribir cualquier cosa. No me importaba qué, ni cómo lo hacía. Escribía mientras cagaba, cuando comía; en el viaje al trabajo, camino a casa; escribía sin pensar, pensando, mintiendo; con la mano izquierda, con la derecha, con ambas y no lograba sacar nada interesante. Hasta llegué a pensar que: si lo hacía como el culo escribiendo con la mano, quizás debiera intentar con el culo, lo que no lograba con la mano. Pero me sonó a puto y decidí no intentarlo.
El problema no era poder escribir nada bueno, sino que no podía descifrar el mensaje oculto en esa frase. Y eso empezaba a manifestarse en el incremento de mi ira.
Comenzaba a acumular demasiados escritos y todos malos. Excesivamente malos. Parecía que mi mano tenía un cerebro propio que decidía, por sí misma, que escribir. Porque lo que yo pensaba e intentaba escribir, no era justamente lo que quedaba escrito.
Ya todo esto comenzaba a fastidiarme mucho, como para no volver a escribir jamás. O por lo menos dejar por un tiempo; pero eso no iba a ocurrir.
Al fin un día, sentado en el inodoro intentando escribir otro artículo para el blog, logré darme cuenta la verdad oculta en aquella frase. Pude identificar que era una oración con dos momentos diferentes. En principio me decía que lo que había escrito hasta el momento era una verdadera cagada (sino no se explica la parte “Seguí intentando. Porque a escribir se aprende escribiendo”). Luego, y lo más importante, estaba en la parte que decía: “Vos escribí, no importa qué, sólo escribí.” ¡Claro! De esa forma lograba mantenerme lo bastante ocupado para no entender que haber creado un blog, entre otras cosas, significaba compartir algo entre amigos. Que más allá de estar bien o mal escrito, seguimos adelante con un proyecto que lleva más de dos años. Continuamos inventando historias, teorías y relatos que nos identifican bajo el mismo nombre de Escritoresquenoescriben.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por no tomarme en serio...pero me parece que esto esta empezando a funcionar..no se bien por que ni como ni cuando ni donde...debe ser desde que el espíritu de H.S. Thompson se apoderó de mi...

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