miércoles, 4 de junio de 2008

C.N.I.M.Q.U.C.D.P.

Este artículo seleccionado por "el Negro" pertenece al libro jamás publicado intitulado “Paranoias paranoicas de ayer y hoy” escrito en Villa Ortúzar a principios del 2008 por un autor demasiado vago como para publicarlo

Creo que todo esto de las teorías y puntos de vista sobre el mundo tiene que ver de alguna manera con la libertad. Libertad de pensar lo que quiera y de vivir como quiera (en algunos casos como pueda). Ya que la libertad, aunque existe cierta paradoja que podría hacerla imposible de practicar, empieza por la cabeza.

Por lo menos para mi la libertad es libertad de elección y cuando uno elige libremente es verdaderamente libre.

Los hijos de familias ultra-religiosas por lo general siguen la religión familiar. No conocen otra cosa. No tuvieron la oportunidad de elegir otra cosa. Ahora si vos conoces la las diferentes alternativas y elegís eso, bien por ti. Eres libre.

Cuando dije que para mi la libertad empieza por la cabeza en realidad me refería a otra cosa. A la cabeza, pero del lado de afuera, mas específicamente al pelo. Porque alguien verdaderamente libre debe tener la libertad de elegir como peinarse o cortarse el pelo. Y eso es imposible si le dejan esa tarea a un peluquero. No se puede hablar con un peluquero. En realidad no se le debería hablar a nadie que tenga tijeras o navajas a su disposición. Pero también no se les debe hablar por que no escuchan. O lo que es peor, escuchan y hacen justamente lo contrario de lo que se le pide. Por eso algunos peluqueros son tan caros. Hacen sólo algo parecido a lo que le piden. Y por eso cobran más.

Para comenzar a ser libre abandoné las peluquerías. Hace más de 10 años que no voy a una. Desde que se murió el último peluquero que, a pesar de su oficio, ya estaba cansado de hacer lo contrario y hacía mas o menos lo que uno le pedía. Pero se murió y nunca más volví a una peluquería.

A partir de entonces fui libre de hacer con mi pelo lo que quería. Así también pasaron por mi cabeza maquinas de pelar inexpertas, tijeras desafiladas, tinturas de colores (el mejor recuerdo es de un “rojo Gilda”), crestas, decoloraciones, tijeras afiladas y peinados a lo Clash. No siempre salía bien, pero era parte de ser libre. Libre para equivocarme, pero también libre para aprender de los errores. Libre para escuchar opiniones de los demás y tenerlas en cuenta o no (depende de quien venga). Libre de elegir el color o el momento inadecuado. Libre para elegir. Libre para saber quien se haría cargo de mi pelo. Libre para cortarlo yo frente al espejo. Libre. Total, siempre vuelve a crecer





Nota: el título de presente artículo se debe a esto.


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