lunes, 23 de julio de 2007

Los Heavys del Bricollage

para Verito, my sister


Escribir tiene mucho que ver con mentir. No se puede escribir sólo verdades, para eso está la vida, la rutina y los reality shows. Mentir implica también actuar, ponerte una máscara que más allá de provocar un cambio de actitudes, deja entrever aunque sea un poco, de nuestra esencia de personalidad.

Nadie es quien dice ser todo el tiempo. Para Chesterton la mejor forma de ocultar la condición de anarquista era con esta frase: “Yo soy anarquista”. Una simple verdad que nadie cree. Nadie cree porque todos, de alguna u otra manera, mienten.

Nadie es quien dice ser porque nadie sabe bien quien o que es. ¿Que define a una persona? ¿Su profesión? ¿Su apellido? ¿Su cargo, su título? ¿Su posición económica? ¿Su color de piel, nacionalidad, sexo? ¿Quien puede decir con una sola palabra que o quien es? Si sos un canadiense, un buey o un artista. ¿Te puede definir la frase “soy policía”? Conozco a muchos que aesa frase les cuadra perfectamente y nunca en su vida pisaron una comisaría.

Entonces, a todos les toca actuar papeles que muchas veces detestan. Las máscaras van y vienen. Pero de alguna manera algo queda. Ese “Yo” que decide que máscara usar, que puede hacer algo y pensar exactamente todo lo contrario. Es más, puede salir de ese lugar y hacer exactamente todo lo contrario. La contradicción no existe mientras la subjetividad siga una especie de plan que guía a cada uno en su vida.

Todos usan máscaras. Imaginen un grupo de personas en un lugar haciendo una actividad que supuestamente todos comparten. Si todos piensan que en ese momento piensan que estarían mucho mejor en otro lado nada cambia. Las máscaras que mantienen todos refuerzan una idea, un gusto, un placer que no es el de nadie. Como si la mentira cobrara vida propia. Como si un cantante de moda vendiera miles de discos.

Ahora a los hechos. Una serie de máscaras que se utilizan en una noche cualquiera. Una máscara formal. Un restaurante formal y caro. Dándole la mano al dueño de una empresa que paga la cena formal y cara. Comiendo educadamente y gratis. Emborrachándote moderadamente y brindando. Algunas máscaras son mas difíciles de mantener que otras. Pero lo que importa de las mascaras es el afuera, el efecto que producen. Y la sensación de alivio después.

Afuera todo cambia. Otra máscara y a caminar por las calles oscuras. Con la anterior máscara puesta no sobreviviría diez minutos. Meando en la puerta de una obra en construcción. Esquivando personas que, a veces, es conveniente esquivar. Cruzando avenidas con el semáforo en rojo. Equivocándome. Pero el instinto de supervivencia de esta máscara me permite llegar al colectivo. Y ahí otra mascara que inhibe los instintos dormidos gracias a la civilización, a la cultura. Me gustaría reírme un poco.

Y al final la máscara que me gusta más, casi transparente, casi borrada por el humo y las cervezas. Uno a uno van cayendo, sólo quedan los que siempre quedan. Algunos dispuestos a perder algo más que una partida de pool. Y escapando del bar sin pagar. Otra vez. Y despertarte vestido en una cama extraña. Y pensar en las máscaras que vas a usar hoy.

Lo que falta contar es el hecho que motivó todo esto, pero lo que pasó, o mejor dicho, la interpretación de eso que pasó, a cargo de mentes que no están del todo centradas, puede y debe ser una completa y simple mentira. Pensar que cinco o seis heavys que volvían del recital de Motorhead con una lista de temas (disputada entre 25 o 30 heavys, sin duda), con sus camperas de cuero negro, sus tachas...Pensar en esa actitud que muestran, tomando cerveza en el colectivo, molestando a las viejas, sentándose en el piso sucio del 152. Pensar que todo eso no es más que una máscara que dejan en el perchero al llegar a sus casas. La dejan para usar otras máscaras. Ni mejores, ni peores, diferentes. Máscaras que no pueden usar delante de sus amigos. Máscaras que quizas usan todos sus amigos, pero nadie lo sabe. Quizás tampoco la usan delante de su madre. La máscara que usan cuando ven Utilísima Satelital. Cuando uniendo una serie de tachas compradas en la mercería del barrio logran terminar de formar esa flor que adorna su muñequera.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno!Todas esas caretas q usamos son en el fondo lo que verdaderamente somos, lo raro es, justamente, q puedan convivir en uno siendo muchas veces tan contradictorias.

Anónimo dijo...

me gusto tu redaccion la verdad es que cada uno tiene la careta que lo identifica,la cual lleva y muestra a su antojo aunque hay veces que nos sobrepasan.jimena.

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