sábado, 14 de abril de 2007

El Primer dia

Sucede siempre el primer día de clases. Ese día nadie, pero absolutamente nadie, sabe nada. Ni la materia que se anotó, la materia que está cursando, donde queda el aula, la facultad. Ni si quiera la carrera que se encuentra cursando. Entonces empieza a preguntar a gente que sabe mucho, pero mucho menos que vos: ¿Yo curso historia, no? ¿En esta aula se da Derecho? ¿Esta carrera es Abogacía, eh?. Todas preguntas que alguien bien informado podría responder.

Así empiezan las conversaciones, charlas, pasan los minutos, la gente se cambia de aula para llegar a la correcta, se come, fuma, pregunta. Siguen pasando los minutos y el profesor no llega (El reglamento dice que el alumno debe esperar hasta 25 minutos antes de retirarse si el profesor no llega). Y ahí viene la pregunta que nadie puede responder: ¿Quien es el profesor? Y de ahí derivan otras preguntas que siguen a esta: ¿Como se llama?, ¿Que aspecto tiene? ¿Será puntual? ¿Joven, viejo? ¿Mujer, hombre? Ni puta idea. Son preguntas que nadie puede responder porque nadie las sabe, nadie tiene una respuesta para ese tipo de preguntas. Justo en ese momento es cuando aparece él.

Es una persona no muy joven, pero tampoco muy vieja, en general mayor que el promedio de los alumnos, bien vestido y con una especie de maletín en la mano. Con el semblante serio entra y se dirige a paso firme hacia el escritorio. Todas las conversaciones iniciadas en el aula (que son muchas) se detienen al unísono. Las bocas dejan de masticar. Nadie respira siquiera ¿Es él?. El recién llegado se percata que su presencia interrumpió un torrente de relaciones interpersonales en forma de banalidades y duda. Ahora tiene una pequeña porción de poder sobre todo los alumnos, poder que siempre sufrió del otro lado.

A los pocos segundo el mismo poder y la tensión del silencio se le hacen insoportables. Entonces esquiva el escritorio y va a sentarse con el resto de sus compañeros. Las conversaciones interrumpidas siguen su curso con un exagerado suspiro de alivio. En la puerta se asoma una persona no muy joven que mira y entra decidido hacia el escritorio. Está bien vestido y tiene algo en la mano que parece un maletín.

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