En tiempo de
demasiados amigos virtuales, saludos online, mensajes de texto y Facebook me gustaría
decir algo sobre un ser que quizás esté en extinción, pero que todavía se
encuentra alguno dando vueltas por ahí.
Estoy hablando de
los vegetarianos que hacen asados para veinte y comen un morrón, de las chicas
que ven fútbol sin ganas pero con pasión, los que nunca dicen nada pero siempre
dicen justo, lo correcto y por alguna extraña razón, lo que yo estoy pensando.
De los
paracaidistas que siempre caen cerca (y parados, por supuesto), los que toman
la cerveza, los que la fabrican, los que la van a comprar.
De los compañeros
de viajes muy largos, de los compañeros de viajes cortos, los pilotos que
necesitan acompañantes, los solitarios que necesitan compañía, los que me
acompañan al pogo en los recitales, aunque llueva. Los que me dejan dormir en
su casa.
De los que
esquivan las distancias y el olvido, los que nos abren las puertas de su
heladera, los que nos prestan el control remoto del televisor. Los que me dicen
que si cuando todos saben que no. Los que se animan a cualquier cosa, los que
animan cualquier fiesta, los que le ponen música a lo que venga.
A todos ellos, salud,
anarquía… y una cerveza fría.
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