jueves, 31 de diciembre de 2009

Basura

Hoy es fin de año. El último día del año 2009. Es un día exactamente igual al resto de los 364 días anteriores. Salvo por dos cosas: no trabajo (igual que los domingos y algunos sábados y feriados) y la basura se saca a las 12 del mediodía. Igual que en navidad. Son la una de la tarde.
Me sirvo un jugo de naranja mientras veo el tacho de basura rebosante. En Nochebuena nadie la sacó a las 12. Recuerdo el olor del 25 de diciembre. Tomo un trago de jugo. Pienso que quizás podría terminar el vaso y sacar la basura después. Pero no, tomo un trago solamente. Pienso en llamar a mi padre para ver si ya está llegando. Pero no, lo llamo después. Pienso en buscar las últimas cosas que ya me olvido para ponerlas en la mochila, pero no lo hago. Lo que hago es cerrar la bolsa de la basura y bajar los 37 escalones que me separan de la vereda, abrir la puerta y taparme los ojos con la mano al salir al sol.
En la vereda lo primero que veo es al camión recolector de basura a toda velocidad y a los basureros corriendo detrás, como si fueran cachorros siguiendo a su madre. Uno, pelado, cansado, transpirado y con una sonrisa me extiende su mano. Tiene un guante y todo eso. Sonrío y le doy la bolsa que tengo en mi mano. Perfecta sincronía. El mundo parece conspirar para que todo funcione correctamente. Es la perfección. La perfección que incluye a la basura, basureros y fin de año. La gente en la calle se detiene un segundo para observar esa pequeña porción de perfección, de sincronización. Se detienen como si estuvieran presenciando un milagro. Entonces el camión sigue, yo sonrío. El basurero que va más adelante intenta embocar en el camión una bolsa enorme, azul. El camión justo acelera, o la fuerza aplicada a la bolsa es insuficiente y golpea el borde del camión, abriéndose al medio, llenando de basura la calle, manchando la perfección. Y ahí se va todo al carajo.

martes, 22 de diciembre de 2009

lunes, 14 de diciembre de 2009

La misma piedra

- ¿Como te fue con Carolina?
- Resultó ser una puta. Como todas las mujeres.
- ¿Pero eso lo sabías antes, no?
- ¿Saber qué?
- Sabías que era una mujer.
Como todas las anteriores.
- Si, tenés razón. Igual lo intenté.
Supongo que es esa nuestra condena, nuestro primer castigo.
Podemos hacer todo lo que queremos hacer.
Pero al final son ellas las que deciden.
Que ropa vamos a usar.
A donde vamos a ir.
Hacia donde mirar.
Que tomar.
Que no hacer.
A fin de cuentas sólo somos verdaderamente libres cuando nos abandonan, cuando estamos sólos y locos.
- Si, es verdad.
Y ahi es cuando buscamos otra mujer.

martes, 8 de diciembre de 2009

domingo, 6 de diciembre de 2009

Sobre mi buena suerte II

La buena suerte no es tan buena como se puede llegar a creer. Un golpe de suerte es algo positivo. Pero la buena suerte permanente es casi como una condena. Es algo que lo tapa todo, lo cubre todo y no deja ver nada más que eso. Y el problema es que no se puede controlar o predecir cuando termina. Y ahí si que te quedás sin nada. Pero sin nada de nada.
Supongamos que tengo buena suerte. Entonces no tengo nada más. No necesito nada más. Si tengo suerte con las mujeres no sé si de verdad le gusto a alguna. Si me va bien el la facultad no sé si es porque tengo conocimientos suficientes sobre el tema o si es por que se una sola cosa que me preguntaron de casualidad (o de pura suerte, mejor dicho) lo sabía. Si le gano un partido al Playstation al Negro me dice “Fue suerte, ese gol fue de suerte”. Y no sé si es verdad. En conclusión: tener buena suerte me hace dudar de mis capacidades y habilidades. ¿Soy bueno en algo o sólo tengo suerte?
Entonces la buena suerte sirve cuando se presenta como algo extraordinario, un golpe de suerte, un beso de la diosa fortuna. Como rutina, como forma de vida, la buena suerte es casi una maldición que se parece demasiado a la mala suerte, un telón que tapa todo lo que somos, que nunca deja ver que es lo que pasa en el escenario. Algo que puede desaparecer y dejarnos sin nada. Por que no sabemos bien si ese escenario existe.
Yo tengo suerte. Del tipo que parece una maldición. Pero hay algo que me da cierta ventaja. Sé que esto es así. Me di cuenta de eso y tengo una estrategia para cuando la buena suerte decida abandonarme. Y lo que hago es esforzarme más. Escribir, estudiar mucho aunque me tomen en el examen una sola pregunta que ya sabía de antemano. Leer aunque no lo necesite, todo lo que pasa por mis manos, tratar de conquistar mujeres imposibles, aprender de todo y de todos, trabajar. Intento reunir todas las habilidades posibles para el día en que la suerte me abandone estar preparado. Mientras tanto, no se si por que sí o por todas estas cosas que hago, la suerte está conmigo. Para bien o para mal.
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