viernes, 11 de abril de 2008

La Vida

No es casual, que cada vez que uno se plantea ciertas cosas, como marcar un camino a seguir, buscar las huellas de lo pasos adecuados, proponerse alcanzar un destino, exista una fuerza mayor a contramano de tus decisiones, que se encarga de que una y mil veces, te desvíes de ese camino.
Una fuerza que se autoalimenta en la medida que transitamos ese camino, manifestándose en cada instante mas notable e identificable a causa de sus amenazas constantes.
Esta tan indeseada fuerza, no es otra cosa que nuestra propia vida. Que parece estar, o mejor dicho está, siempre observando desde la vereda de enfrente, para poder atacar y maltratarte.
En principio la vida parece tener un único objetivo. Tratar que nunca puedas cumplir tus deseos, convencerte que el camino elegido es otra vez el incorrecto, darte a entender que seguís meando fuera del tacho.
Pero en la medida que nos aferramos a nuestras decisiones y seguimos el sendero elegido, nos comenzamos a dar cuenta que la vida no pretende terminar con la construcción de tu destino. A ella no le interesa, de hecho siquiera cuestiona, si el camino elegido es el apropiado o no. Sólo trata de que de alguna manera u otra no lo transites. Insiste de forma constante que cuestiones tu elección.
Pese a las dificultades que en principio presenta el camino, uno sigue firme en su desición y comienza a convencerse que eligió el camino correcto. Y es justo ahí, en éste momento de convencimiento y satisfacción, es donde ella descarga sus mejores artilugios para lograr derribarte. No tolera una manifestación de conformidad y es por eso, que la muy hija de puta, ataca en ese momento y no en otro.
Te das cuenta, que a razón de tus decisiones y convicciones, estás enfrentado con tu peor rival a vencer, con el mas temido y jodido rival, está frente a tus ojos tu propia y temida vida.
Te sentís golpeado, aniquilado, pero seguís y pensás a cada instante sus posibles movimientos, para así lograr ubicarte un paso delante de ella en batalla.
Pero te encontrás sin fuerzas, angustiado, humillado, derrotado. Es casi imposible vencerla, siempre está ahí, para persuadirte, confundirte y dispuesta a lo peor de sí, capaz de irse para abandonarte.
Te tiene debilitado, provocás lástima y euforia al mismo tiempo en los demás.
No lográs distinguir tus decisiones a causa de la inseguridad y ese miedo constante que ella provoca.
La vida es muy dura cuando lo desea, puede tratarte como a un perro abandonado bajo un frío ensordecedor y agonizante. Puede lastimarte, herirte y dejarte tirado donde y cuando ella quisiera.
Entonces la comenzas a odiar, hasta el punto en que te enfureces con vos mismo, y al fin ahí logras descifrar el verdadero objetivo de tu propia vida. El por que hace ésto una y otra vez.
La vida te hace enfrentar contigo mismo, logra abrir tus ojos para ver la maldita realidad. Hace que cuestiones tus deseos y objetivos, tus aparentes convicciones y virtudes. Hace que trabajes en vano, para dar cuenta que la mayoría de la veces no alcanzamos nuestros objetivos, por el sólo hecho de no estar seguros en lo que hacemos. No perseguimos de modo eficiente lo que en realidad queremos. Te hace dar cuenta que un obstáculo, es solo eso, un maldito obstáculo para aprender de él y luego patearlo y dejarlo de lado.

Encontrarte con tu vida, es una experiencia de pocos, logra dar cuenta de lo que en realidad es lo importante, dejando de lado aquellos problemas superficiales que antes eran un todo. La solución no es ganarle la batalla a la vida, sino que entenderla, amigarte y juntos salir para el mismo camino.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la vida no es una escalera de cristal, tiene tablas rotas, clavos viejos y miles de astillas. Pero esta en uno ponerle toda la garra para enfrentarla y ganarle, para seguir subiendo...

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