domingo, 25 de diciembre de 2011

Nacida en 1984



Julieta había nacido en 1984. Lo sé porque nos llevamos dos años. Ahora y hace un tiempo, cuando éramos novios. Fue un amor eterno que duró unos dos años, ni malos ni buenos. Sé que nació en 1984 porque lo dice su perfil en la red social en la que me acaba de aceptar como “amigo”.  Si alguien te acepta como amigo es que le va bien. O mejor que a vos, por lo menos. La gente que alguna vez conociste y no acepta tu amistad virtual es que no quiere que veas que le va peor que a vos. Y eso es que le va muy mal (en algún aspecto de su vida, no necesariamente en todos). Julieta me aceptó. Quiere decir que le va bien. O mejor que a mí, al menos.
                En su perfil también dice que es Diseñadora Gráfica. Así, con título. Todas las ex novias se reciben. Es así. No sé por qué. Hasta Fernanda, la que le dio impresión ponerme una curita cuando me corte con el cuchillo tratando de cocinarle algo ahora es médica. Así es la vida. Y gracias a las redes sociales sé todo sobre todos a los que le va mejor que a mí. Estas redes virtuales son como la vida misma que,  como dice la canción, alarga el pasado,  encoge el presente y reparte futuros,  juntando y separando gente. Yo todavía no me recibí. Todavía. Sigo trabajando gratis y escribiendo como si me pagaran (y como si me pagaran mucho).
                Ella está de novia, por supuesto. Todas las ex novias tienen novio. Por las fotos no era una mejora considerable respecto al modelo anterior, o sea yo. No era muy diferente tampoco. Salía mejor en las fotos, tenía el pelo largo, tatuajes y barba candado, pero tampoco era un modelo de alguna marca de calzoncillos. Se los veía bien juntos, pero cuando vi la foto no pude dejar de pensar que yo podría haber estado ahí, sonriendo al lado de ella. ¿Por qué no? Ni siquiera recuerdo por que nos peleamos. O porque nos separamos.  No recuerdo mucho de ella en realidad, solo un viaje que hicimos a Córdoba y un fin de semana que pasamos en la ciudad de Colonia en Uruguay. Y nada más.
                Las fotos de sus últimas vacaciones eran espectaculares, una playa que parecía el Caribe, cocos, tragos, fiestas, ella, su novio, todos sonrientes, casi como una postal, un folleto turístico. Lo único que le faltaba era la leyenda “Visite las playas de…” y listo. Yo iría. Si tuviera la posibilidad o con quien ir. No es que sienta envidia, si no que a veces pienso que las cosas suceden por razones que están más allá de nuestro entendimiento. Alguien que no conocemos tira los dados y no nos deja verlos. En eso pensaba cuando me quedé dormido.
                Cuando una pareja se termina hay una separación (afectiva) y una separación (de bienes). Si cada uno es una esfera individual, parte de esa esfera se funde con los límites del otro y las cosas se mezclan, se pierden, se funden. Libros, discos, películas, fotos. Ahora que me acuerdo no tengo nada de ella. Quizás es por eso que no me acuerdo mucho de ella. Las fotos de Córdoba y las fotos de Colonia se las quedó ella. O las tiró. O borró en todo caso, porque las sacamos con una cámara digital y no sé si alguna vez se imprimieron en papel. Necesitaba ver si existían. Tal vez para recordar algo que en ese momento fue bueno y ahora no se bien que es porque no me acuerdo. Entré en la sección de fotos de Julieta. Tenía miles. 3422 para ser más exacto, distribuidas en varios álbumes que representaban momentos importantes de su vida. Cumpleaños, fiestas, el dia que se recibió, viajes, trabajos, boludeces que se compró, el perro que adoptó, la casa a la que se mudó. Cada acontecimiento de su vida era un álbum de fotos. Busque los primeros, revolví un poco en el pasado y lo encontré. “Vacas en Córdoba” era el título. “Vacas” por vacaciones, por supuesto. Las primeras fotos eran paisajes, y ahí empecé acordarme, el dique, las montañas, la plaza, el hotel… la que sigue tiene que ser de nosotros dos frente al lago. Pero no. La foto estaba, pero no era como la recordaba. Es decir. Era la foto. Pero el de la foto no era yo. Ella estaba abrazada a su novio. Su novio “de ahora” con su pelo largo, tatuajes y barba candado.  Se los veía bien juntos. Pero esas eran mis vacaciones con ella. En las fotos que seguían tampoco estaba yo. Era otro el que sostenía un chopp de cerveza, era su novio actual el que sonreía en el asiento del micro, el que posaba en la cima de la montaña.  Busque las fotos de Colonia. Lo mismo. El tomando el helado, en la cubierta del barco en el que fuimos, saltando en el recital, Julieta y él, enamorados en ese banco de la plaza donde un jubilado se ofreció sacarnos una foto y salió fuera de foco pero no la borramos porque nos queríamos reír de eso en el futuro. Pero no hubo futuro y al parecer, tampoco había pasado. Todos mis recuerdos con ella ahora le pertenecían a otro.
                Apague la computadora y me senté un momento en silencio. No me acordaba de ella y ella me había reemplazado de alguna manera en sus recuerdos. Yo no era nadie para ella. Tal vez me aceptó como amigo como se acepta a un desconocido, para conocerlo y ver si es alguien interesante. Yo no era nadie para ella. Y tal vez tampoco era nadie para mí. Miré de nuevo las fotos como alguien que espía la vida de los demás. Había algo raro en ellas. Además de que debería estar mi cara en esas fotos, en mis recuerdos.  Tal vez el que estaba equivocado era yo. Mire las fotos en mi perfil y todo seguía igual, eran mis amigos, mis fiestas, mis fracasos, mis recuerdos.  Decidí abandonar por un tiempo esto de las redes sociales.
                Volví a ver el perfil de ella hace poco. No sé bien por qué. Para ver si todo esto había sido un mal sueño o algo así. Pero no.  Su perfil seguía igual. Julieta había nacido en 1986. Lo sé porque nos llevamos cuatro años. Ahora y hace un tiempo, cuando éramos novios. Fue un amor eterno que duró unos dos años, ni malos ni buenos.
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