viernes, 29 de mayo de 2009

Steven´s Machine

Muchas personas imaginaron el futuro y de muchas maneras. Apocalíptico, inexistente, caótico, ordenado, aburrido, igual que el presente y sobre todo con autos voladores. Muchos futuros imaginados involucran utopías. Tanto utopías de control como utopías de libertad. Pero algunas utopías de libertad a veces olvidan una parte demasiado importante como para pasar de largo que es la libertad individual, creativa de los individuos, que muchas veces es sacrificada en pos del ideal de bienestar e igualdad de todos los seres humanos. Yo pienso que es al revés.
Pienso que la única forma de llegar a un futuro donde se pueda ser verdaderamente libre es en base a esa libertad individual creadora. Y eso quizás podría empezar con un simple paso. La maquina de Steven.
Ese día estábamos en el departamento de El Fran. El menú era de tacos con vino tinto. Yo estaba mirando un blog sobre camisetas y hablando de serigrafía con Steven.
Steven es el vecino de El Fran, es canadiense como Neil Young y le gusta hablar y tocar la guitarra. Hablando de serigrafía y remeras con él fue que me preguntó ¿En cuanto tiempo pensás que van a vender una maquina para hacer tus propias remeras? – Seis meses – le dije con una convicción digna de un anarquista – o un poco menos.
La verdad no sé si será así, pero la maquina de Steven tiene un buen fundamento: Las remeras son casi como nuestra segunda piel, son un poco menos que un tatuaje y bastante más que los tribales temporales que se hacen las pendejas chetas en la playa. Una remera se elige y se defiende, pasa con las camisetas de fútbol (tanto adentro como fuera de la cancha), pero también con las remeras de bandas de rock, o de películas o de lo que sea. “cada persona debería tener la posibilidad de elegir sus propios diseños” Y eso es la maquina de Steven, una maquina que se compra, se le pone un diseño que hayas hecho o que quieras, una remera, apretás un botón y listo. Tu remera personalizada, única, en la comodidad de tu hogar.
Do it yourself, en contra de los futuros que nos imaginan a todos, libres o esclavos, vestidos igual.
Porque a veces hay que cambiar pequeñas cosas para generar pequeños cambios en la cabeza de la gente para que en el futuro se logren grandes cambios. Y si todo el sistema se descentraliza, si el centro deja de existir y cada uno aporta lo suyo para crear algo mucho más grande que no le pertenece a nadie y es de todos, si eso es porque alguien o algo hizo que eso cambie. Por ahora esto es lo que hay. La Maquina de Steven. Dentro de seis meses (o un poco más) en todos los comercios del barrio a sólo $99,90.

viernes, 22 de mayo de 2009

Rompecabezas los domingos

Los domingos son días para realizar actividades que no se realizan el resto de la semana. Ordenar los discos, el fútbol por televisión, comer facturas, pasear por el parque, comer ravioles y, como hizo Dios, descansar. Pero mi actividad preferida es armar rompecabezas.
Pero los rompecabezas que yo armo de alguna manera son virtuales, imaginarios, pero más reales que los rompecabezas reales. Las piezas son lo más difícil de conseguir, aunque donde colocarlas también se torna complicado. Ahora que lo pienso mejor, casi tan complicado como conseguir las piezas. Y las piezas de las que hablo son recuerdos. Recuerdos del sábado. Del sábado anterior.
Por lo general lo que se tiene es la primera pieza. Y la última. La primera pieza es donde arranca la noche. O la tarde, según el caso y el clima. Y la última pieza es la más extraña. Es con lo que nos encontramos el domingo a la mañana (o al mediodía). Y lo que se encuentra puede ser cualquier cosa, pero siempre sirve para encontrar las demás piezas: botellas vacías, escrituras en la pared, lugares y personas extrañas y también fotos y cosas rotas. Pero la primera pieza la sabemos todos y de ahí empezamos.
Con la primera pieza es fácil, nadie había tomado nada. La segunda es otra historia, pero casi seguro alguien la sabe, después si se pone complicado. El procedimiento para completar el rompecabezas es simple, es un recorrido. De la primera pieza hay que llegar a la última. Pero a veces no es tan fácil. Sobre todo si la última pieza incluye un enano de gomaespuma, dos bolsas de soldaditos de plástico, una licuadora usada, una bolsa de bizcochos de cebolla, un televisor dado vuelta, yo durmiendo con el Pity en el balcón, el sol en la cara, un termo con restos de caipiriña, una botella de Legui o simplemente la sensación de haber participado la noche anterior en “Titanes en el Ring”.
A partir de esa última pieza empieza la reconstrucción. Y toda reconstrucción involucra una confesión. Y entonces aparecen los arrepentidos: desde el clásico “prometo que no tomo Tequila nunca más” pasando por “al auto del Manteca no subo más” y llegando a veces al “Si, el enano me lo robé de la pizzería de la otra cuadra”. Todo se acepta, todo se confiesa con tal de terminar el rompecabezas y dormir tranquilo el domingo.
Y justo cuando pensamos que ya lo teníamos, que todas las piezas encajaban, que todos los que estábamos en la mesa habíamos podido reconstruir la noche anterior. Justo en ese momento pasa alguien que nadie conoce. O que nadie recuerda conocer. Y nos dice con una sonrisa: “como estaban anoche, eh?”.

martes, 12 de mayo de 2009

Despierta, ya es hora

Ya es tiempo me dijeron. Llegó la hora.
Uno siempre lo sabe, pero nunca lo quiere llevar a cabo. Por cobarde, porque da placer, porque es vicio, porque cuesta, miles de porqués nos hacen no tomar la decisión. Pero te lo advierten una, dos, tres veces. Y vos quieta, siempre inmóvil seguís con tu rutina y con tus hábitos como si nada sucediera, total a mí que me puede pasar, pensás.
Y pasa, un día pasa, o un día te percatas de que te puede pasar. Y te lo vuelven a decir pero esta vez suena diferente, demasiado diferente, te alarma, te asusta tanto que tomas coraje y decidís dar el paso, porque tu cuerpo ya no aguanta esa presión ni ese vicio.
Tantos años sabiendo de ese mal, tantos años haciéndome sufrir y realmente hace falta asustarse tanto para abrir los ojos y dar el paso.
¿Qué nos hace tan cobardes? ¿Qué nos hace tan adictos que a costa de todo decidimos seguir maltratándonos? ¿Qué nos hace tan estúpidos como para no aceptar buenos consejos? ¿Por qué siempre pensamos que lo malo le toca a los demás? ¿Por qué creemos en el triste consuelo que nuestro mal no puede ser tan malo y que de todas maneras por algo hay que sufrir y de algo hay que morir?
Sí, por algo hay que sufrir, pero hay tantas cosas hermosas por las que sufrir. Sí por algo hay que morir, pero es muy pronto todavía como para elegir el camino por el cual quiero hacerlo. No quiero elegirlo. Creo que nadie quiere. Prefiero la sorpresa, sí, pero también prefiero que esa sorpresa me permita respirar.

viernes, 8 de mayo de 2009

Algunas personas nunca cambian

soy eso,
soy el ejemplo de esas personas,
soy la persona que nunca va a cambiar,
soy eso que te dice lo que sentiste alguna vez,
soy eso,
soy lo que alguna vez creíste entender,
soy lo que no querés que te importe ahora,
soy la cosa que alguna vez malinterpretaste,
soy la persona que nunca llegó a nada de lo que esperaste,
soy la persona de la cual te equivocaste alguna vez,
soy la persona de la cual te estás riendo ahora,
soy el payaso que te hizo reír hoy a la tarde (en mi tarde)
soy el único hijo de puta de que te dice lo que siente,
soy lo feo que te marca la belleza de los demás,
soy la mala persona que te hace sentir una mejor persona,
soy esa mierda que mirás a la distancia para sentirte mejor,
soy el pasado que te marcó por dónde no tenés que ir,
soy el referente de lo más bajo que sentiste alguna vez,
soy TU equivocación,
soy una canción que bailaste en el viaje de egresados de la secundaria,
soy la persona que te hizo cambiar
soy eso que nunca cambia
soy eso que te aburrió
soy un lugar, de esos que no querés volcer a pisar
soy el lugar que te hizo conocer otros lugares
soy tu pueblo natal
soy el grandote pelotudo que te pegó de pendejo
soy la persona que nunca te va olvidar
soy la personas de la cual nunca te vas a olvidar
soy tu primer amor.

sábado, 2 de mayo de 2009

Ya no sé que hacer conmigo

Anoche me pasó algo extraño, incluso teniendo en cuenta las cosas extrañas que siempre me pasan. Estábamos en lo de El Fran por hacer unas pizzas a la parrilla y mirando un partido. En un momento de la noche voy a la cocina para preparar la salsa. El Pity me sigue. Empezamos a cocinar. Y ahí empezó lo raro.
Lo que yo pensaba, él lo hacia. Y viceversa. No exactamente así, pero de alguna manera pensábamos igual, pensábamos lo mismo. Respecto a todo. A como cortar los ingredientes, como cocinarlos, que recipientes usar, que tomar mientras cocinábamos. Todo. Incluso sobre que hacer para que el gato nos deje de molestar. Y ahí fue cuando todo se puso más raro.
No se si fui yo el que lo sugirió o fue él. La cosa es que de nuevo pensamos los dos lo mismo. Y no era cualquier cosa. O si. “Nunca pensaste que yo pude ser una creación de tu mente?”- me dijo. Y lo raro es que yo lo pensaba. No sólo eso. Me imaginé a mi llevando la salsa a la parrilla donde estaban todos los demás que me decían “que bueno que hiciste la salsa vos sólo” y yo les decía que no, que el Pity me había ayudado y entonces me mostraban en una cámara digital una foto mía cocinando sólo, mirando a un costado como hablando con alguien. Todo eso se me ocurrió en un instante. Una imagen de El Club de la Pelea se me apareció en algún lado (siempre voy a ser Edward Norton antes que Brad Pitt). El Pity no existe. Eso me decían. Entonces si esta idea es de él o mía no tiene importancia, él y yo somos la misma persona. Pero igual creo que no es así. Y no es así porque estaba hablando conmigo, al lado mío cocinando, porque puedo robarle esta idea, como a muchos otros, porque existe y esta idea se le ocurrió a él o a los dos a la vez. Y existe. Es por que yo lo vi mientras lavaba el cuchillo, mientras deslizaba la esponja por el filo, vi cuando se le resbala y ese filo corta un poco su piel. Y veo también mi mano que agarra un vaso de cerveza. Y mis dedos. Y una gota de sangre que empieza a caer lentamente de ellos.

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